El Hostigamiento Sexual: Un Delito
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"El mundo contemporáneo tiene la obligación de abrir su ventana prospectiva al mañana, no menos que al pasado, para poner al día el sistema de justicia y para desarrollar los derechos humanos tan pisoteados por muchos". Antonio Beristain
UNAS PALABRAS PREVIAS
Cuando Anita Hill acusó a Clarence Thomas, juez de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos, de hostigador sexual, no sólo hizo temblar políticamente los cimientos de la sociedad norteamericana y sus instituciones, sino que fue el eco de miles y miles de mujeres. Cuando Lisa Olson, periodista deportiva del The Boston Herald, perdió su trabajo, por denunciar las humillaciones sexuales a que fue sometida, mientras realizaba un reportaje, por el equipo de fútbol Los Patriotas de la Nueva Inglaterra, estaba reeditando la historia de quién sabe cuántas mujeres.
Cuando la investigación realizada en 1992 por O Globo (diario brasilero) constató que el 75,67% de las mujeres del Gran Río habían sufrido acoso sexual, no sólo desnudó la realidad de la carioca sino la de millones de mujeres.
Cuando "Las Cátedras de la Lujuria" vio la luz pública en 1984, sus autoras Billie Wright Dziech y Linda Weiner confesaron que "Escribir un libro sobre el acoso es descubrir de golpe la forma en que los individuos y las instituciones se evaden a sí mismos. El proceso nos llevó a enfrentarnos cara a cara con nuestra propia irresponsabilidad y la indecisión de nuestros colegas, y a comenzar a preguntarnos la razón por la cual habíamos ignorado tanto y tardado todo este tiempo para hablar acerca de lo que habíamos visto y escuchado".
De la misma manera, cuando escribo este artículo no sólo lo hago como abogada, sino también como mujer. Como una abogada que cree en el Derecho como un instrumento de cambio, pero que ha constatado cómo los sistemas jurídicos pueden, ya con el silencio o ya sin él, consolidar desigualdades entre los seres humanos. Como una mujer que sabe que el acoso sexual existe y que ha visto cómo la mayoría de las personas lo disfraza y tolera, so pretexto de los mitos y prejuicios que han determinado nuestros comportamientos de género: masculino y femenino.
Por eso, hablar sobre el acoso sexual no es fácil. Para hacerlo, hay que escabullirse por la vida de los hombres y de las mujeres. Hay que escarbar en sus miedos, en sus maneras de relacionarse, en sus estereotipos. Sin embargo, enfrentar el tema, desde la escritura o desde la lectura, es un compromiso impostergable. Los testimonios de tantas mujeres urgen asumirlo. Tal vez sacándolo a la luz, logremos que en el futuro haya menos acosadores y menos víctimas.
Pasemos, ahora sí, a su análisis.
QUÉ ES EL ACOSO SEXUAL?
Antes de intentar caracterizarlo, es menester que señalemos que el tema ha generado muy escaso interés en el mundo jurídico. Los teóricos del Derecho han hecho caso omiso de su existencia. Han sido las mujeres, precisamente sus víctimas, quienes han empezado a analizar, investigar y denunciar el fenómeno.
Ya Raúl Zaffaroni, en el Seminario sobre Normatividad Penal y Mujer, organizado por el CLADEM-Latinoamérica en Sao Paulo, en abril de 1992, dijo:
"Siempre que un aspecto del poder punitivo se omite en el discurso criminológico y jurídico-penal, la omisión es sospechosa". (El subrayado es mío)
"Por supuesto que es muy sospechosa la omisión que abarca a la mitad de la humanidad".
"Esto le permitió al discurso criminológico afirmar, con generosidad y caballerosidad, que la mujer delinque menos".
"En este marco, los análisis de la criminalidad de la mujer se limitaban a lo que podríamos llamar "delitos de género", como el infanticidio, el aborto y los homicidios pasionales. La mujer criminalizada por otros delitos era mostrada como virilizada o demostrativa de una patología degenerativa, porque la mujer más o menos "normal" no podía cometer delitos violentos".
"En verdad, la inclusión de la selectividad dentro de este contexto era insuficiente, porque no develaba al poder selectivo en toda su extensión y menos en toda su intensidad".
"… en la "cuestión criminal" la mujer está altamente implicada, sea con su "status" de víctima reconocido o no reconocido, es decir que la mujer ocupa un papel más destacado que el hombre en la inmensa legión de personas que cotidianamente sufren los efectos de los conflictos que quedan sin solución…" (El subrayado es mío).
Así, pues, el discurso jurídico-penal, partiendo de la premisa de que las mujeres casi no cometemos delitos y de que cuando lo hacemos nuestras preferencias están determinadas por nuestra "condición femenina", también nos ha extraído de la categoría de víctimas.
La reticencia a aceptar la realidad del acoso sexual, donde más de simplemente la mayoría de quienes lo sufren son mujeres, es una prueba de ello.
Según Patricia Bedolla Miranda y Blanca Elba García y García, el problema del acoso sexual no fue reconocido como tal sino a partir de los años mil novecientos setenta y cinco. Añaden que su reconocimiento se inicia, en los EEUU, con la obra de Farley "Sexual Shakedown: The Sexual Harassment of Women on the Job" (1978), a la que le sigue la de Mackinnon "Sexual Harassment of Working Women: A Case of Sex Discrimination" (1979). Con esas obras queda establecido uno de los ámbitos donde se presenta el acoso sexual: el del trabajo.
Pero ese no es el único. También lo es el de la educación. De ahí el título de la obra que mencioné al inicio: "Las Cátedras de la Lujuria", producto de un estudio realizado en universidades norteamericanas, que reveló el alto índice de profesores que hostigan sexualmente a sus alumnas.
Las historias, en todo caso, son similares: "Cuando me recibí de enfermera, entré al Hospital de la Raza. Tenía grandes proyectos para mi desarrollo personal. Al poco tiempo me desengañé: el médico que me tocó como jefe acostumbraba "estrenar" a las nuevas; yo no le entré al juego; entonces, él me hizo la vida imposible al grado que tuve que renunciar…"
"Yo soy bióloga, tengo Maestría de la UNAM en microbiología. Todo iba muy bien, mis clases, mi investigación, hasta que el asesor empezó a querer propasarse; me hacia ir a trabajar cuando no estaba su esposa; empezó a condicionar mis viajes de estudio, a cerrarme todos los caminos..?
Sí. Lo educativo y lo laboral, sobretodo este último, han sido, para un gran porcentaje de quienes se han involucrado con el tema, los espacios donde el hostigamiento sexual se produce.
Sin embargo, de un tiempo para acá, particularmente en los estudios realizados por mujeres, se ha empezado a discutir alrededor de otras esferas donde también se ejecuta. Por ejemplo, calles, asociaciones, clubes, etc.
Por mi parte, me pronunciaré al respecto a medida que vaya desarrollando este trabajo. Lo importante es destacar que la conceptualización del acoso sexual es polémica. Ello se debe a que está íntimamente ligado a la sexualidad y a que cuando de sexualidad se trata, salen a flote todos los tabúes que llevamos dentro.
Así lo demuestra el intento de explicar la problemática, a partir del examen de casos llevados a las cortes de EEUU, mediante tres modelos:
1.— El Biológico Natural, que niega una intención discriminatoria en el acoso sexual, basándose en la mayor fuerza del impulso sexual masculino.
Se agrega que tanto los hombres como las mujeres se sienten naturalmente atraídos y que, en consecuencia, es normal que existan comportamientos sexuales entre ellos.
2.— El Modelo Organizacional, que propugna que las propias instituciones fraguan una estructura oportuna para el acosamiento sexual.
Esa estructura es de tipo vertical, jerárquica, donde los superiores usan su poder para obtener "favores" de sus subordinados.
Reconoce que el hecho de que las mujeres se encuentran culturalmente en una situación de subordinación, las vuelve vulnerables al hostigamiento sexual.
3.— El Modelo Socio-Cultural, que mira al hostigamiento sexual como el producto de una sociedad que le ha atribuido a la mujer condiciones de inferioridad frente al varón.
Es decir que, tanto hombres como mujeres, son educados socialmente para desempeñar determinados roles. La mujer, para la pasividad; y el varón, para la actividad. Tales patrones favorecen la actitud masculina de estar continuamente proponiendo a las mujeres algún tipo de acercamiento sexual.
A esos tres modelos, Gutek y Morash, en 1982, añadieron un cuarto, el de los Roles Extralimitados.
Este sostiene que el estereotipo cultural de que las mujeres deben proyectar una imagen sexual, se extiende a lo laboral. De tal suerte que las mujeres siguen siendo vistas, por encima de sus cualidades profesionales, como seductoras y distractoras de los hombres que laboran junto a ellas.
Se argumenta, entonces, que cuando una mujer es tocada por un compañero, colega o jefe, o recibe de éste proposiciones sexuales, lo que en realidad se está demandando de ella es que mantenga la imagen sexual que la sociedad le ha construido: servir al placer masculino.
Estos paradigmas, en todo caso, simplemente pretenden aclarar cuáles pueden ser las causas que originan conductas sexuales masculinas agresivas. Ninguno de los modelos se inmiscuye en la antijuricidad de dichas conductas, ni profundiza sobre la violencia que estas conllevan.
En cualquier caso, hay un detalle que es innegable. Hombres y mujeres, por sus características bio-síquicas, se atraen. Entre ellos existen, en consecuencia, encuentros afectivos y sexuales. La diferencia estriba en que, cuando de acoso se trata, las historias revelan que lo que menos existe es una mutua atracción.
Los ingredientes del hostigamiento sexual son la imposición, el asalto, la intimidación o la fuerza y el dominio. El juego de la seducción, en ese caso, enmascara el deseo de "poseer", no importa cómo, a una mujer. No se trata, para nada, del inicio de una relación, corta o larga no interesa, sino únicamente de satisfacer una libido acostumbrada a conquistar. Por eso encuentro que la conducta hostigadora sexualmente está avalada por el entorno social, que conserva y alimenta la creencia de que los varones son más hombres mientras más mujeres hayan seducido.
Lo medular, en todo caso, es lo que el acoso sexual significa en la vida de las mujeres. Es ejercer sobre ellas un poder que humilla, que lastima. De este modo, hemos llegado a lo que considero la piedra angular del actuar acosador: el poder.
Este ha sido, casi unánimemente, definido como "la habilidad para imponer efizcamente la voluntad propia, constriñendo a las demás personas a aceptarla en caso necesario".
Si bien esta definición es generalmente compartida por los autores y las autoras, cuando empezamos a desentrañar su esencia nos topamos con que junto al poder siempre aparecen otros conceptos, tales como "autoridad", "fuerza", "liderazgo", "organización", "grupos". Pero como mi interés no es analizar el fenómeno general del poder, solamente me detendré en aquello que sea necesario para el examen que estamos haciendo.
Hay múltiples formas de ejercer poder y una gama de situaciones en las que nos damos de bruces con él, aún sin darnos cuenta. En todas sus facetas, el poder está ligado a la fuerza, ya sea ésta sutil o no, y al sometimiento.
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