Notas sobre el Régimen Jurídico de la Constitución de la República Popular de China
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DERECHO PÚBLICO COMPARADO
RESUMEN:
Lo que a continuación se desarrolla es un completo estudio acerca de la evolución histórica y el panorama actual del sistema jurídico chino. En la primera parte, se contempla un viaje por la Historia del Derecho en la China, marcada recurrentemente por el legalismo y el confucianismo, las dos corrientes jurídicas más trascendentes en dicha latitud. En la segunda parte, se encuentran recogidos los rasgos más significativos del llamado constitucionalismo chino de actualidad, con la identificación de la forma de división de poderes y el reconocimiento de derechos y garantías constitucionales. En la conclusión, se extraen nítidos corolarios que dan cuenta de la importancia de un estudio integral de la realidad jurídica china, dentro del contexto actual de globalización que no es ajeno al Derecho.
PALABRAS CLAVE:
China, derecho comparado, constitución china, derecho global.
Sumario.-
I. Evolución histórica
II. Panorama Actual
III. Tras las huellas del Dragón
Referencia Bibliográfica
Anexo: Cronología de la Historia del Derecho en China
I. Evolución histórica
1. Escuelas de pensamiento jurídico chino: Entre el li y el fa
El desarrollo del Derecho chino ha estado marcado por dos corrientes de pensamiento: el legalismo y el confucianismo.
El legalismo tuvo su auge inicial durante la dinastía Qin (221-206 a.C.) y fue la primera doctrina jurídica que moldeó las bases históricas del ordenamiento jurídico chino. Bajo la influencia del pensador Shang Yang (338 a.C.), la corriente legalista sostenía que la única forma de alcanzar la armonía social era el sometimiento de la población al fa (término chino usado ancestralmente para referirse a lo que nosotros denominamos como derecho positivo), lo que se traducía en el establecimiento de un régimen legal que debía ser estrictamente obedecido bajo la amenaza de severos castigos. Shang consideraba que el ser humano se inclina por naturaleza al mal y, por tanto, tiene que ser contenido por normas impersonales. La norma escrita también se concebía como un freno a la arbitrariedad del poder. En algunos aspectos, esta doctrina se asemeja al positivismo jurídico inspirado en el estado de naturaleza de Hobbes. De la lectura de los planteamientos presentados por uno de los más destacados ideólogos del legalismo, Han Fei (233 a.C.), se desprende el radicalismo legalista: el código de leyes debe ser redactado claramente y visible en público. Todas las personas deben ser iguales ante la ley. Las leyes deben considerar incentivos para quienes las cumplen y castigar consecuentemente a quien las viola. De esta manera se garantiza que las acciones tomadas puedan ser previsibles. Adicionalmente, el sistema de leyes debe gobernar el Estado, no el gobernante. Si la ley es aplicada con éxito, hasta el gobernante débil será fuerte.
La historia de este período dinástico pronto demostraría los efectos negativos del radicalismo legalista. La ingenuidad ideológica no acusó que la ley es, al fin y al cabo, una orden dictada por la persona que encarna la potestad, pudiendo ser reflejo tanto de sus virtudes como de sus defectos. Bajo el lema “es mejor una mala ley que ninguna ley”, la situación pronto degeneró en un régimen dictatorial de draconiana severidad. La lección aprendida: sobredimensionar la importancia del fa es abrir una brecha que invita a la arbitrariedad disfrazada de formas jurídicas. En los días finales, ni siquiera los consejeros del emperador se atrevían al más ligero cuestionamiento de las leyes pues temían ser ejecutados bajo la tacha de disidentes. La dinastía Qin fue finalmente derrocada como resultado del descontento popular. Sin embargo, no se abandonaron del todo las concepciones legalistas. Las posteriores dinastías utilizaron códigos de leyes escritas. Los Tang, por ejemplo, crearon un código (Código Tang) que básicamente contenía disposiciones de naturaleza penal. Este cuerpo legal sirvió de base para otras codificaciones ensayadas a lo largo de la historia imperial.
Otra de las grandes doctrinas filosóficas que condicionaron el Derecho en el Reino Medio fue el confucianismo, pensamiento iniciado por Confucio (551-479 a.C.). Su nombre se deriva de la forma latinizada del nombre chino Kong Fuzi o Maestro Kong. Confucio nació en la antigua región de Lu, en la China Oriental, hijo de una familia de origen noble. Desde temprana edad, se dedicó al estudio de las antiguas tradiciones culturales. Vivió durante el período de la dinastía Zhou y su principal preocupación era el desorden social que vivía el Imperio en esos años. La actividad filosófica del Maestro se centraba en encontrar la respuesta al caos para restablecer la vía hacia la armonía social. Rápidamente se convirtió en el pensador más influyente de Oriente, tuvo más de tres mil discípulos, se cree que setenta y dos de ellos pertenecían a su círculo íntimo. Su filosofía rescataba los valores necesarios para alcanzar la armonía social (la virtud, la lealtad, la confianza, el respeto a los demás, el dinamismo, etc.) Confucio es, sin duda, el más sólido referente de la cultura tradicional china hasta el día de hoy.
Cómo reacción inmediata a los excesos del legalismo Qin, los Han (206 a.C- 220 d.C.), adoptaron el confucianismo como filosofía oficial del Imperio. De esta manera se buscaba el gobierno de los hombres o, en otras palabras, el gobierno de la virtud. Para Confucio, la base de la regulación de las conductas sociales era el ejemplo dado por los líderes; la armonía social parte de la aceptación individual de las normas morales y no de la coerción externa de las leyes. La conducta de los individuos debía estar regida por la concepción confuciana del li (orden moral derivado de la naturaleza intrínseca del hombre). Las diferencias entre personas se resolvían de acuerdo a los principios del li, es por ello que la tradición china contemporánea defiende la conciliación directa como principal vía de solución de controversias entre las partes involucradas en cualquier tipo de desacuerdo. Durante la mayor parte del Imperio, el sistema legal chino estuvo determinado por las enseñanzas de esta escuela filosófica.
2. Del Imperio a la República
La impronta modernizadora -presente a lo largo de la era imperial- se agudiza con la derrota china en las Guerras del Opio (1834-1860) tras las cuales se obliga al Imperio Celestial a liberalizar el comercio y entregar puertos estratégicos al capitalismo anglosajón. El evidente desfase entre Occidente y China también era palpable en el ámbito jurídico, pues el Dragón poco pudo hacer ante la fuerza de los Tratados impuestos a cañonazos por los ingleses.
Por ello, la decadente dinastía Qing comisionó a Shen Jiaben (1840-1913) para la reforma del sistema jurídico imperial. Shen es el artífice del establecimiento de las modernas escuelas de derecho. Permitió que profesores japoneses (cuya modernización jurídica se inició con la restauración Meiji) fueran invitados a China a dictar seminarios y asesorar en el proceso. Así, se empiezan a delinear los Códigos Civil y Comercial, influenciados por la legislación capitalista europea. Se inicia, además, el éxodo académico de estudiantes a Europa y Japón en un último intento de la dinastía reinante para dirigir el cambio social. Sin duda, a pesar de los esporádicos intentos de los gobernantes chinos de adaptar instituciones foráneas a su realidad, este desesperado canto del cisne de la dinastía Qing, próxima a desaparecer, es el primero en la historia china que de manera consciente busca introducir –de manera permanente- instituciones legales de otros países en la sociedad china. Sin embargo, la incompatibilidad de las reformas legales con el antiguo régimen feudal aceleró la debacle del Imperio, que optó por consagrar leyes sin transformar las estructuras.
La segunda gran reforma consciente fue llevada a cabo por la República (1911-1949). El gobierno nacionalista se inclinaría por el derecho japonés y alemán. Sun Yat-Sen, padre de la República y fundador del Kuomintang, tenía contactos en el Japón y muchos de los altos líderes nacionales se formarían en el Imperio del Sol, entre ellos, Chiang Kai Shek. Así, el Código Civil republicano estaba notablemente influenciado por el BGB alemán. Sin embargo, la mayor parte de las leyes de la reforma republicana no serían implementadas por la invasión japonesa, las guerras mundiales y, finalmente, la guerra civil.
3. El derecho y la revolución maoísta.
La revolución maoísta y el establecimiento de la República Popular en 1949 abolieron la legislación del Kuomintang, catalogada de reaccionaria y deudora de Occidente. Con todo, las formas legales y la terminología jurídica occidental prevaleció para ser utilizados como herramientas del marxismo en su afán totalizador.
A partir de 1950, se inicia un nuevo proceso de transplante de leyes, esta vez privilegiando a la Unión Soviética en detrimento del molde occidental. Los jerarcas maoístas denominaron a este periodo el de la “construcción legal”. Pero, en la práctica, los principios, las leyes, los términos e incluso los manuales de estudio soviéticos fueron copiados y enseñados en el foro chino. Instituciones legales como las cortes, las fiscalías y la profesión legal fueron reformadas tomando como modelo la Unión Soviética. Se iniciaron, de acuerdo a estos paradigmas, los trabajos para la promulgación de un nuevo Código Civil y uno Criminal. Las leyes económicas, pocas y ambiguas, tenían por objeto coadyuvar a la planificación quinquenal del modelo comunista.
China intentaba consolidar la transición de la revolución democrática a la sociedad socialista. Para ello, en el ámbito económico, las leyes tenían que facilitar la instauración de la propiedad pública de los medios de producción y el desarrollo de la economía planificada. En el campo político, era imprescindible apuntalar la dictadura democrática y fortalecer la supremacía del Partido. Por último, en el plano ideológico, se interiorizó la teoría marxista, eliminando los rezagos burgueses y reaccionarios de la era imperial y nacional.
Las escasas leyes promulgadas en esta época blindaron el camino de China hacia el socialismo. La Constitución señalaba, por ejemplo, que mediante la industrialización planificada y la revolución marxista se extinguiría la explotación capitalista como paso previo para la sociedad comunista. De esta manera, se dejó de lado la propiedad privada y se obligó a los escasos capitalistas a establecer joint ventures con el Estado. Al finalizar esta campaña de transformación social, desaparecieron las empresas privadas y con ellas las leyes que las regulaban.
Tras realizar una reforma agraria radical, se inicia en las zonas rurales el movimiento de “cooperación para la agricultura”. La propiedad privada de la tierra consagrada en la Ley de Reforma de la Tierra de 1950 fue eliminada, y se establecieron comunas populares en 1958. Sin atender a los mecanismos del mercado, la economía fue centralizada a imagen y semejanza del modelo ruso.
En un sistema tan ortodoxo, la ley no era relevante. En este contexto, las empresas estatales se dedicaban a ejecutar las directrices de la jerarquía política. Las leyes económicas estaban basadas más en regulaciones administrativas que en actos legales. El derecho civil, prácticamente, no existía. Los contratos servían para llevar a cabo la planificación estatal, pero no existía la libertad contractual tal como la entendemos en Occidente ni la responsabilidad de las partes ante un incumplimiento contractual.
4. La revolución cultural y el nihilismo legal
El peculiar contexto político de supremacía del Partido postergaba la ley con respecto a las directivas del Partido. Las leyes y reglamentos eran percibidos como entes flexibles, mutables, sujetos a la voluntad política y rehenes del Estado socialista. Se detuvo el trabajo de las comisiones encargadas de la elaboración del código civil y del código criminal. Durante la revolución cultural propiciada por Mao para retomar el control político, muchos juristas, abogados y jueces que favorecieron la independencia judicial, la igualdad ante la ley, la presunción de inocencia y el derecho a la tutela judicial efectiva fueron encarcelados y perecieron en las purgas masificadas tachados de burgueses o reaccionarios. Durante el terror desatado por la Guardia Roja, el Partido se concentró en la lucha de clases antes que en la recuperación económica.
El nihilismo legal de la revolución cultural denotaba, en cierta forma, un horror a la ley. La ley se politizó totalmente, las normas existentes fueron derogadas y no se promulgaron nuevas que las reemplazaran. El Congreso del Pueblo suspendió prácticamente su labor legislativa. Las escuelas legales y los institutos de investigación fueron cerrados. Los abogados, los jueces, el personal de los juzgados y los profesores de Derecho fueron enviados al campo para ser reeducados, es decir, para ser sistemáticamente eliminados sino abjuraban de su defensa del Estado de Derecho. Se clausuraron los juzgados implantándose una dictadura de masas en la que los castigos eran administrados por la Guardia Roja. Esta selecta vanguardia revolucionaria no dudaba en arrestar sin orden judicial y ejecutar sin juicio previo. Ninguna ley constreñía las acciones de la Guardia Roja. Ante ella temblaban los altos cargos del Partido y los más humildes campesinos. La ley, para los defensores del pensamiento maoísta, era un instrumento del capitalismo que restringía el afán revolucionario. La revolución cultural pregonaba la destrucción de los viejos hábitos, de las viejas costumbres, de las viejas ideas y finalmente, de la cultura. La ley suprema -si cabe llamarse así- estaba condensada en el Libro Rojo, una serie de pensamientos selectos de Mao Zedong.
Muerto el inspirador de la revolución cultural, el retorno de los mandarines era tan sólo cuestión de tiempo. Una de las preocupaciones fundamentales de los funcionarios del Partido al asumir el poder Deng Xiaoping consistía en restablecer la ley dentro del Estado. Para ello, los jerarcas chinos se empeñaron en crear un sistema legal efectivo que mantuviese la estabilidad social y protegiese los derechos de las personas. Deng acaba con el nihilismo legal maoísta e inicia la reforma paulatina de las leyes promulgando la piedra fundacional del nuevo sistema jurídico chino: la Constitución.
La modernización jurídica, la última y consciente alienación, es un paso imprescindible para acceder a la inversión extranjera. Los mandarines contaban -y cuentan- con las leyes para mantenerse en el poder y prevenir los cambios sociales bruscos, legitimando de esta manera el nuevo liderazgo del partido.
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