Trascendencia Hist?rica del Tribunal Supremo de los Estados Unidos
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DERECHO PÚBLICO COMPARADO
RESUMEN:
El presente trabajo constituye un sintético recorrido a través de la historia constitucional norteamericana, cimentada sobre la base de los decisivos fallos de la Corte Suprema de Justicia de los EEUU. Tópicos tan trascendentales como la génesis de la jurisdicción constitucional difusa, la legitimidad de la intervención estatal en la economía, la igualdad ante la ley y no discriminación por motivos raciales, o hasta la constitucionalidad de los procesos criminales realizados en bases militares, reflejan certeramente la importancia de los hitos marcados por la Supreme Court, no solamente en los destinos de la nación americana, sino también en la innegable influencia para el estudio del Derecho Global.
PALABRAS CLAVE:
Corte Suprema, Estados Unidos, precedentes, jurisprudencia, constitucionalismo.
Sumario
I.- Introducción. II.- Una nueva Nación. III.-Federalistas versus Antifederalistas. IV.- La Constitución como Derecho. V.- La Guerra Civil. VI.- Discriminación Racial. VII.- La era Lochner. VIII.- El New Deal. IX.- Separate but equal. X.- Watergate. XI.- La elección de George W. Bush. XII.- El Supremo, hoy.
Introducción
El Tribunal Supremo de los Estados Unidos constituye la más alta instancia judicial de la nación norteamericana. En 1830, Alexis de Toqueville, el más célebre analista de la realidad estadounidense, decía que lo verdaderamente novedoso de esa “nueva nación” era la forma como se concibió el poder judicial. En efecto, el Supremo nació como uno de los frutos más elaborados de aquella primera faena. Desde los primero días de vida de los Estado Unidos, el papel de aquel ente, superlativo intérprete del ordenamiento jurídico estadounidense, tuvo una enorme relevancia en la agitada historia anglo-americana.
En Estados Unidos, debido a la marcada impronta anglosajona, las decisiones de los jueces constituyen la fuente primordial del derecho. Los fallos del órgano máximo de justicia influyen profundamente el devenir histórico de la sociedad estadounidense. La trascendencia social y política de dicho cuerpo de jurisconsultos no tiene paralelo en nación alguna.
Génesis del constitucionalismo moderno, la decisión del caso Marbury vs. Madison constituye un ejemplo claro de la trascendencia global de los laudos de aquel tribunal. Aquella sentencia, como veremos más adelante, transformó para siempre la concepción de la Constitución como norma jurídica.
Las deliberaciones de los altos jueces han puesto punto final –con asombroso acierto en muchas ocasiones, y con manifiesto desatino en otras– a las más intensas polémicas públicas. El Supremo ha hecho frente a asuntos de crucial importancia social: discriminación racial, derechos fundamentales, pena de muerte, aborto, garantías procesales, elecciones presidenciales, etcétera.
Para los juritas de la familia del civil law, resulta difícil comprender la verdadera trascendencia del Supremo en el devenir histórico de aquella gran nación. La pesada impronta de aquel ente resulta llamativa para aquellos de nosotros que vemos a los jueces como meros intérpretes del derecho positivo. Lo cierto es que desde los albores de la Constitución americana hasta nuestros días, la huella histórica del Supremo es omnipresente en la agitada trayectoria estadounidense. Lógicamente, la globalización del fenómeno jurídico ha llevado consigo la expansión universal de la influencia de ese tribunal de justicia. Hoy en día, juristas del mundo entero estudian con profundo interés el case law del Supremo americano. De la misma forma que la expansión romana marcó el devenir histórico del Derecho europeo con su riqueza jurídica, hoy el gran coloso norteamericano impregna la evolución de la Lex Mundi.
Por todo lo dicho, y con el ánimo de brindar una idea de la importancia histórica del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, hemos preparado un repaso muy breve del camino recorrido de aquel cuerpo de juristas, una mirada muy rápida por algunos hitos jurisprudenciales que influyeron decididamente en algunos acontecimientos, marcando hondamente la sociedad americana.
Una Nueva Nación
Entre 1774 y 1789, trece colonias se convirtieron en una nación. Nada fue fácil, una vez vencido el enemigo común, la corona británica, los ánimos hostiles propios de la convivencia no tardaron en aparecer. La unidad de las colonias estuvo garantizada para hacer frente a la guerra. Alcanzada la paz, el afán de cooperación empezó a debilitarse. Hasta ese momento, la alianza de las colonias liberadas, ahora Estados autónomos, se basaba en un acuerdo de mutua conveniencia que sirvió para el éxito de la hazaña independentista.
Un débil pacto político, los Artículos de la Confederación, constituía el único referente de unidad. Temerosos de los afanes disgregadores de otros grupos de poder locales, amplios sectores abogaban por la creación de un gobierno central más poderoso, que garantizara el futuro de la gran nación. Ante la situación de desconcierto, en 1787, se celebró una Convención Constitucional en Filadelfia, conjura política que tuvo como resultado un proyecto institucional sin precedentes, la Constitución Americana. Sólo quedaba pendiente la aprobación de los miembros de la Unión. En 1789, nueve de los trece Estados que firmaron el documento original ratificaron la Carta magna, requisito último para su efectiva vigencia y el comienzo de un nuevo rumbo, una república federal conocida en adelante como los Estados Unidos de América.
Con el ánimo de garantizar la frágil unidad política del país, el Tribunal Supremo fue concebido como árbitro de las diferencias surgidas entre los distintos Estados de la Unión –originadas generalmente por disputas territoriales–. Por otra parte, dada la importancia que el sistema judicial anglosajón brinda a las decisiones jurisprudenciales (case law), las sentencias del alto Tribunal constituyen verdaderas fuentes de derecho en Estados Unidos. Sus veredictos darían contenido al naciente Derecho Angloamericano. Los founding fathers buscaron además garantizar la cohesión jurídica de la novel patria, otorgando al nuevo ente judicial la capacidad de inaplicar en sus fallos aquellas disposiciones incompatibles con el texto constitucional. Sin embargo, como veremos más adelante, la trascendencia institucional del Supremo se afianzaría con el paso del tiempo, en un proceso empírico, a lo largo de años y años.
Federalistas vs. Antifederalistas
Los primeros años de funcionamiento del Tribunal Supremo estuvieron marcados por la principal fuente de polarización política de la época, el enfrentamiento entre aquellos sectores partidarios de un gobierno central fuerte (federalistas) y las élites locales (antifederalistas), grupos de poder estatal reacios a ceder soberanía en favor del Leviatán nacional, temerosos de un gobierno central con amplias atribuciones. La pugna ideológica no tardó en llegar a los tribunales. La proliferación de procesos iniciados por particulares frente a autoridades de algunos Estados federados encendió los ánimos de aquellos que concebían el poder del la alta instancia de justicia como el germen de una tiranía doméstica.
La situación devino en crisis política en 1793, con el juicio Chisholm vs. Georgia. En dicho proceso, un grupo de ciudadanos de Carolina del Norte, quienes habían permanecido fieles a la corona británica durante la guerra de independencia, demandaron ante el Supremo la devolución de los bienes de su propiedad confiscados por el Estado de Georgia durante dicho conflicto. Los magistrados aceptaron la petición de los demandantes, ordenando la restitución de su patrimonio. Ello originó la mordaz reacción de las autoridades georgianas.
La ofuscación política llegó a tal punto que el Congreso adoptó la Décimo Primera Enmienda constitucional, por la cual se impidió a los jueces federales tramitar acciones iniciadas por ciudadanos de un Estado contra las autoridades de otro Estado de la Unión. De esa manera se intento contener la tensión existentes entres los gobiernos locales y el aparato federal.
La Constitución como Derecho
A pesar de haber encendido ocasionalmente el debate público acerca de la pugna federalista, el Tribunal Supremo no había adquirido, hasta 1802, una relevancia política de mayores proporciones. De hecho, a diferencia de los otros poderes del Estado como el Congreso o la Presidencia, los burócratas de la más alta instancia judicial federal no gozaban de un edificio permanente para su funcionamiento.
Es recién a partir de 1803, con el famoso caso Marbury vs. Madison, que aquel ente judicial se convirtió en el colosal participe de la política americana. En dicho proceso, por primera vez se hace efectiva la facultad judicial para revisar la constitucionalidad de las leyes y otras normas de rango inferior. Los magistrados, sin disposición constitucional expresa, afirmaron tener el poder de declarar inválidas las disposiciones del Parlamento, las leyes de la nación, así como toda disposición federal o estatal contraria a la Carta Magna. Si no fuese así –se preguntaban los propios magistrados al argumentar su posición–, ¿qué sentido tiene que los poderes del gobierno estén limitados y que los límites estén escritos, si aquellos a los que se pretende limitar pudiesen saltarse tales límites?
Entre los más arduos críticos de la decisión del caso Marbury, se encontraba el Presidente en aquel entonces, Thomas Jefferson. Considerar a los magistrados como los árbitros finales de las cuestiones constitucionales –sostenía el célebre tercer mandatario de los Estados Unidos–constituía una doctrina muy peligrosa, una postura que podría llevar al despotismo y la oligarquía de los jueces.
Lo que hasta entonces era una probabilidad teórica –la invalidación de leyes inconstitucionales por parte de tribunales–, se convirtió a partir del fallo Marbury en una institución jurídica paradigmática, la judicial review, origen del derecho constitucional moderno. A partir de aquel histórico veredicto, la Constitución dejó para siempre de ser un mero catálogo de buenas intenciones para cobrar una dimensión jurídica real.
La prerrogativa asumida por el poder judicial americano resulta aún hoy muy polémica y es objeto de un arduo debate académico. Como señalan los profesores Hazard y Taruffo, “la idea de que los tribunales, aun siendo órganos públicos no electivos, puedan resolver cuestiones políticas fundamentales es una contradicción desde el punto de vista de todas las teorías tradicionales de democracia. Sin embrago, los tribunales de la democracia más antigua del mundo siguen desempañando esa función.”
La Guerra Civil
A comienzos del siglo dieciocho, el sagaz Tocqueville advirtió de forma profética que las instituciones judiciales estadounidenses ejercerían una creciente influencia en el destino de sus ciudadanos y su vida política. El tiempo no ha hecho más que dar la razón al reputado francés. Las reacciones populares a numerosas decisiones de este tribunal han desencadeno eventos históricos clave, incontables veces como fuente de apacibilidad social, otras tantas como origen de polarización y enfrentamiento.
Algunos aseguran que la mecha de la Guerra Civil Americana se prendió con el caso Abbleman vs. Booth, en 1849, cuando los magistrados del alto despacho sostuvieron que la Unión tenía más autoridad jurídica que los Estados, instituyendo la doctrina conocida como Supremacy Clause. No obstante, fue en el caso Dred Scott vs. Sandford (1857) donde se precipitó finalmente el inicio del conflicto. En esa oportunidad, la mayoría de los magistrados decidió que, de acuerdo a la Constitución americana, las personas de color, como “seres de rango inferior”, no podían ser consideradas ciudadanos de los Estados Unidos. Además, dictaminaron que el Congreso Federal no podía impedir que las autoridades estatales permitan la esclavitud dentro de sus respectivas circunscripciones territoriales.
Aquel absurdo polarizó la posición de los abolicionistas del Norte en contra de la esclavista élite sureña. Poco tiempo después, Carolina del Sur anunció su separación de la Unión. La siguieron otros siete Estados para conformar los “Estados Confederados de América” en 1861. Se desencadenó el más crudo enfrentamiento fraticida protagonizado en el nuevo continente. La Guerra Civil finalizó recién en 1865 con la victoria del gobierno yanqui, dejando al Sur desbastado y en una honda crisis económica.
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