El reto de la agricultura frente al cambio climático
Autor: Dra. Gabriela MUÑOZ
Palabras claves:
Cambio climático, seguridad alimentaria, mayor indefensión, frontera agrícola, gases de efecto invernadero, mecanismos de mitigación y adaptación, redes radiales comunitarias, políticas dirigidas, agro-forestería.
Desarrollo
El Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (PICC), en su informe realizado en el año 2007, advierte de varios efectos del cambio climático en América Latina. Entre ellos se citan la afectación de la disponibilidad de agua para el consumo humano, la agricultura y la generación de energía, la reducción de la productividad, la pérdida de biodiversidad e inundaciones en varias zonas costeras.
En el caso de Ecuador, existe suficiente evidencia científica que revela manifestaciones ciertas del cambio climático en los sistemas productivos de todo tipo, la salud humana, la infraestructura sanitaria, la disponibilidad de los recursos hídricos y los recursos naturales. Dichos efectos, si bien son evidentes en varios sectores y actividades productivas, demuestran una mayor afectación en el sector agrícola, tanto por las repercusiones económicas, cuanto por los impactos que genera en términos de deterioro de los recursos naturales, acceso al agua para el riego, seguridad alimentaria y la pobreza de las poblaciones que dependen de la agricultura, más aún si consideramos que Ecuador es un país eminentemente agrícola, cuya importancia en términos económicos y sociales es realmente grande. El aporte del sector agrícola al PIB alcanza el 17.3%. En términos de empleo, en el año 2006 la agricultura empleó aproximadamente a 1’896.491 habitantes, que corresponde al 29.5% de la Población Económicamente Activa1. En cuanto a la seguridad alimentaria, la producción agrícola nacional es la que abastece el consumo de alimentos de toda la población ecuatoriana.
Cabe mencionar que, si bien el sector agrícola es el más afectado, contribuye también a la generación de gases de efecto invernadero (GEI), a su vez causantes del cambio climático. Ello porque el crecimiento productivo del país se ha basado en la ampliación de la frontera agrícola, mas no en el mejoramiento de la productividad de los sistemas de producción, como tampoco en la aplicación de prácticas agrícolas y técnicas sustentables, lo que lo convierte en un generador importante de GEI, y lo hace aún más vulnerable a los impactos del cambio climático.
Las zonas de alta producción agrícola se encuentran precisamente en lugares expuestos a inundaciones, sequías, cambios en la intensidad y orientación de los vientos, provocando interrupción de los ciclos de producción. A todo ello se suma el desconocimiento de los agricultores sobre las causas, los efectos y las medidas de adaptación frente al cambio climático, lo que los deja en un estado de mayor indefensión frente a este fenómeno. Por otra parte, los procesos de mecanización de la agricultura han promovido el uso indiscriminado de químicos, y la pérdida de prácticas ancestrales que reducen la emisión de GEI y los permite tener mayor capacidad de adaptación y respuesta a los efectos del cambio climático.
A todo ello hay que agregar la poca inserción que ha tenido la gestión del cambio climático en las políticas agrícolas ecuatorianas. De ahí que a medida que el clima se modifique y se afecten las prácticas agrícolas y el estado de los recursos naturales, el acceso a los alimentos de primera necesidad, el acceso a las fuentes de empleo generadas por la actividad agrícola también sufrirá graves afectaciones sociales, entre ellas mayor pobreza, migración y delincuencia.
Los potenciales efectos en el agro
En el año 2001 el Ministerio del Ambiente publicó el Compendio de medidas, estrategias y perfiles de proyectos de los sectores energético, forestal, agrícola, marino costero y recursos hídricos. En el mismo se identifica al sector agrícola como uno de los sectores más expuestos al cambio climático y se proponen varios proyectos de mitigación y adaptación para el sector con gran potencial. Se determina, sin embargo, que para que estos proyectos sean exitosos se requiere pasar varias barreras relacionadas con la capacitación, la falta de representatividad de los productores agropecuarios, el limitado acceso a créditos e incentivos económicos, el acceso a tecnologías sustentables y la falta de educación de la población.
En el año 2001 también se presentó la Primera Comunicación Nacional de Cambio Climático, en la que se plantean varios escenarios sobre los efectos del cambio climático. Se menciona que al 2030, en un escenario negativo, los efectos del cambio climático en la producción agrícola serían tan graves que la población estimada del Ecuador generaría una importante presión en el abastecimiento de alimentos. Productos como la papa y el arroz, considerados como básicos en la dieta nacional, al año 2030 tendrían un déficit del 34% y 60% respectivamente. Déficit que tendría que ser cubierto por un incremento en la superficie cultivada, lo que provocaría una mayor presión ambiental y contribuiría aún más a la generación de gases de efectos invernadero.
En el caso específico de la sierra central ecuatoriana, existen poblaciones severamente afectadas tanto por los efectos de la variabilidad climática, cuanto por los procesos de erosión y desertificación de los suelos, pérdida de variedades genéticas y pérdida de prácticas de cultivo tradicionales, situaciones que los hace aún más vulnerables al cambio climático. Pero que además, amenazan la seguridad alimentaria de miles de pobladores, pues es la producción agrícola de estas zonas la que les abastece.
De ahí la necesidad de generar procesos que permitan fortalecer las capacidades de adaptación a los efectos del cambio climático de productores agrícolas, cuya producción es considerada clave en términos de seguridad alimentaria y calidad de vida, así como también procesos que permitan construir políticas y aplicar herramientas para una eficaz gestión del cambio climático en sectores agrícolas identificados como altamente vulnerables a los efectos del cambio climático.
Un primer paso necesario para identificar y priorizar las políticas de gestión del cambio climático en la agricultura tiene que ser el identificar a los sectores agrícolas cuyas características biológicas, sociales y económicas los conviertan en altamente vulnerables a los efectos del clima.
Un segundo paso es incrementar las capacidades de coordinación entre los actores locales y las autoridades de gobiernos para planificar e implementar mecanismos de adaptación al cambio climático a fin de que en la gestión de dicho cambio, en el sector agrícola, se incorporen las distintas políticas y estrategias que trace el gobierno.
Otro elemento fundamental es el generar conocimientos en los agricultores sobre las causas, efectos y mecanismos de adaptación y mitigación al cambio climático, así como el fortalecimiento de sus capacidades de organización e incidencia en las políticas públicas; y, por supuesto, generar mecanismos para un mayor acceso a la información técnica sobre los fenómenos climáticos y sus consecuencias por parte de los productores agrícolas identificados como más vulnerables.
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