¿Por qué hablar de una economía Social y Solidaria?
Autor: Ec. Lorena PUTERO
PALABRAS CLAVES:
Maximización de la ganancia, elecciones racionales, economía de fines, intergeneracionalmente, racionalidad medio – fin, economía social y solidaria, tendencias socialmente negativas, capital social, metaarticulador, metaregulacion.
Introducción.
Muchas veces nos preguntamos qué es la Economía Social y Solidaria, y surge la pregunta ¿Hay una economía no social? La respuesta es única: no, toda la economía es social y no sólo eso sino que es fundamentalmente política. El objetivo del proyecto de la Economía Social y Solidaria es poner el eje central en el trabajo del hombre, la sociedad y no el capital, donde los valores de competencia y maximización de la ganancia del mercado sean supeditados a otro tipo de valores como el de la solidaridad.
Quizás una buena forma de reflexionar sobre esta pregunta sea pensar qué es la economía. Para muchos son sólo números, y según las teorías económicas más citadas por los libros es “la ciencia o actividades que tratan la administración de los recursos escasos”. Sin embargo, esta definición que parece tan simple y certera deja muchos interrogantes. Por ejemplo, cuáles son esos recursos y por qué son escasos. La respuesta se encuentra en que esta corriente ideológica tomando a los neoclásicos como sus más fieles representantes, define a la economía como una simple relación de elección entre alternativos fines y escasos medios y un hombre de infinitas necesidades.
En tanto los bienes son todos, tanto los producido por el hombre como cualquier mercancía, como la naturaleza. Son escasos porque pueden ser utilizados en alternativos fines por un hombre de infinitas necesidades. Así se presenta un problema a la hora de distribuirlos, la solución que se plantea es hacerlo a través del mercado, las señales que lo ordenarán serán los precios.
Un dato no menor es como se piensa al hombre. Este homo economicus realiza elecciones racionales, se denomina así a la lógica por la cual el individuo tomará sus decisiones en base a la maximización de su utilidad individual. Dicha elección siempre implica una óptima asignación de los recursos. Esta lógica engloba a todos los medios y a todos los fines, estando determinada por la escasez de medios. Los fines puedan ser ordenados según las preferencias del individuo, así puede realizar una elección racional.
Esta será la única racionalidad reconocida ya se considera que la búsqueda de esta satisfacción individual produce la mejor general de la situación de la sociedad. Por su parte, los mercados se encuentran libres de toda limitación, siendo prácticas económicas (producción, distribución y consumo) aquellas que sortean la prueba del mercado, institución que viabiliza el funcionamiento armónico y el progreso de la sociedad. Constituyéndose así, al mercado, como despolitizado, naturalizado y una instancia autónoma de la organización del proceso productivo.
Esta teoría que lleva siglos de hegemonía tiene varios puntos a cuestionar. Primero poner a todos los bienes en el mismo lugar significa plantear al ser humano como un ser libre por poder elegir según sus preferencias, quedando así relegado el hecho de que el ser humano es un ser de necesidades (Hinkelammert, 2009). La posibilidad de elegir entre alimento y entretenimiento está condicionada a su necesidad de satisfacer lo primero o poner en riesgo la vida humana. Es importante resaltar que no nos referimos sólo a las necesidades fisiológicas, pero están incluidas, sino a necesidades antropológicas, sociales que justamente hacen a la distinción entre el hombre y otras especies.
Sin embargo, no es una simple cuestión de preferencias, la satisfacción de necesidades hace posible la vida sin ella no hay posibilidad de preferencias. Recordemos también que está elección se da en el mercado, por lo tanto el individuo que no pueda efectivizar su demanda, es decir no disponga de dinero para la compra de bienes no se encuentra en este modelo. La libertad humana no puede quedar supeditada a relaciones mercantiles.
Libertad que además se ve acotada por las necesidades del mercado. Un hombre no puede emplearse en una empresa porque así lo desee será el mercado y su lógica la que defina quienes serán empleados y quienes quedaran fuera de la posibilidad de satisfacer sus necesidades mediante un salario.
En la misma línea podemos ver que esta racionalidad medio-fin, lleva a una economía de fines donde se trata de satisfacer una determinada demanda, así la sociedad en conjunto tiene comportamientos irracionales donde se pone en riesgo la vida misma.
Es decir, si la forma de producción tiene en cuenta sólo el crecimiento de la producción sin importar las condiciones en que ésta se realiza, pone en riesgo al ecosistema, y así al hombre que es parte de él. Un ejemplo de esto es la destrucción del Bosque Chaqueño para plantar soja, que será el alimento de cerdos asiáticos. Este aumento de la producción deja sin vivienda y sin medio de subsistencia a miles de chaqueños que vivían en y del bosque ahora arrasado, suelos devastados y pone en riesgo la población de la zona que ahora deberá enfrentar las consecuencias de esos cambios, como las inundaciones.
Otro ejemplo es el dado en el punto anterior si el mercado no necesita más trabajadores no los contrata, por lo tanto el hecho que no necesite ese insumo conduce a poner en riesgo la calidad de vida de la misma sociedad e incluso la vida humana.
Ambos ejemplos comprueban que no siempre la maximización de la elección individual garantiza una situación de mayor bienestar para la sociedad.
Es por esto que hoy la racionalidad del mercado es cuestionada, puede no ser necesario eliminar esta lógica pero si supeditarla a una más amplia. Se plantea así que una sociedad es racional si permite la vida de todos, incluida la de la naturaleza, y se trata de una visión antropocéntrica porque el ser humano es parte de ésta.
Desde la economía social y solidaria
Desde la Economía Social y Solidaria partimos de otra definición de economía “que remite al intercambio entre el hombre y su entorno natural y social. Este intercambio provee al hombre de los medios para satisfacer sus necesidades” (Polanyi, 1957). Así, la economía es una construcción social que eligen los hombres para garantizar la reproducción de sí mismos e intergeneracionalmente, es por eso que la relación con la naturaleza debe estar presente. Por lo tanto si la economía es un arreglo entre los hombre es posible transformarla.
Pensar así la economía nos plantea la necesidad de un análisis más complejo donde es difícil que simplemente a través de números representativos de costos conmensurables, como los precios, se pueda dar una justa distribución de los bienes. Pensar sólo en los precios genera que lo que no tiene precio no valga, como por ejemplo un río o, incluso, que cuando se les coloca precio éste no sea representativo porque es imposible saber el valor de la pérdida de un río. A esto debe sumársele que si la distribución la realiza sólo el mercado, accederán a ésta sólo quienes cuentan con poder en el mercado, es decir, quienes pueden afrontar esos precios sin importar la necesidad.
Es ante esta definición que pensamos a la Economía Social y Solidaria como “es un proyecto de acción colectiva (incluyendo prácticas estratégicas de transformación y cotidianas de reproducción) dirigido a contrarrestar las tendencias socialmente negativas del sistema existente, con la perspectiva –actual o potencial- de construir un sistema económico alternativo” (Coraggio, 2011)
Las bases conceptuales de las distintas concepciones de Economía Social y Solidaria
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